En primer lugar, los cuatro aviones que se usaron en los atentados estaban equipados con equipos de teléfono por radio diseñados para funcionar durante el vuelo, instalados en la trasera de los asientos. El informe menciona explícitamente estos aparatos, pero también menciona que se realizaron llamadas desde teléfono móvil.
Alexander Dewdney, un matemático y filósofo musulmán que se ha dedicado a la investigación sobre los atentados, elaboró un estudio en el que estimaba la probabilidad de éxito de establecer una llamada desde una avioneta en función de la altura. A ese estudio le llamó proyecto Aquiles. El resultado fue que, aunque variaba con la marca del teléfono, la probabilidad de éxito a unos 2.000 pies (610 m) de altura sobre el suelo era de aproximadamente un 89%, pero a medida que se subía se iba haciendo cada vez más improbable, haciéndose escasa a 8.000 pies (2.440 m), concretamente del orden del 9%. Extrapolando datos, calculó que a 32.000 pies (9.150 m), una altura de crucero más o menos típica y cercana a la utilizada por los aviones del 11-S antes de ser secuestrados, rondaría el 0,6%. Los experimentos fueron realizados cerca del núcleo urbano de London, en Ontario, Canadá.
Esto ha provocado dudas respecto a la veracidad de las llamadas. Si la comunicación mediante móvil a la altura a la que vuela un avión comercial es casi imposible, no puede ser que fueran efectuadas. ¿Acaso no prueba esto que las llamadas eran falsas?
Los factores a tener en cuenta para averiguarlo son cuántas llamadas desde móvil fueron realizadas exactamente, desde qué aviones y en qué momentos. Según testificó un miembro del equipo antiterrorista del FBI durante el juicio contra Zacarías Moussaoui, solo se realizaron dos llamadas desde móviles, una de Edward Felt, un pasajero, y otra de Cee Cee Lyles, una azafata; el resto, hasta 64 contando las que no tuvieron éxito, fueron realizadas desde los teléfonos de los aviones, que al parecer tienen capacidad para hasta ocho llamadas simultáneas.
Las dos llamadas fueron realizadas a la misma hora (las 9:58) y desde el mismo avión, el vuelo 93. Este dato es muy importante para determinar si de verdad es posible que esas llamadas fueran realizadas. Según los datos del FDR, a esa hora y durante el tiempo que duraron ambas llamadas, el avión se encontraba a unos 5.000 pies (1.520 m) de altura sobre el nivel del mar, lo cual es muy diferente a la altura de crucero normal. La zona en la que estaban se halla a unos 2.000 pies (610 m) de altura sobre el nivel del mar, con algunas montañas llegando a los 3.000 pies (910 m).
Se encontraban en una zona rural. En contra de lo que puede parecer, ese hecho facilita la posibilidad de que las llamadas fueran efectuadas, no la dificulta. Para entender las razones, primero hay que conocer cierta información básica relacionada con la red de telefonía móvil.
El punto fundamental es que cada antena de telefonía móvil puede ocuparse únicamente de un número limitado de móviles. Por este motivo, en las ciudades con muchos habitantes hay que colocar muchas más antenas que en las zonas poco pobladas. Para evitar que una antena situada en una ciudad maneje más teléfonos de los que es capaz, lo que se hace es limitar su alcance, que puede llegar a rondar los 100 metros, dependiendo de los edificios que tenga alrededor, y se ponen muchas más repartidas por toda la ciudad. Como consecuencia, las antenas de las ciudades tienen un alcance muy reducido. Dado que hay muchas por toda la ciudad, no se pierde la cobertura, pero si estuviéramos en un helicóptero y comenzáramos a subir, pronto nos alejaríamos del radio de acción de la antena más cercana.
En contraste, en las zonas poco pobladas, como las áreas rurales, no existe ese problema: una sola antena puede dar servicio a un radio muy amplio, dado que el número de usuarios de móvil es mucho menor que en una ciudad. Esto hace que las antenas de las zonas rurales tengan un alcance mucho mayor que el de las ciudades, pudiendo llegar a unos 15 km (fuente).
Las antenas de telefonía móvil no pueden evitar que su cobertura también se extienda hacia arriba. Unido al hecho de que en zonas rurales se emplean antenas más potentes, esto significa que en una zona rural es más fácil poder realizar una llamada desde un avión que cerca de una ciudad, y no al revés como parecía. El experimento de Dewdney fue realizado cerca del núcleo urbano de una ciudad, pero según hemos visto, en el caso de una zona rural la probabilidad de éxito sería mucho mayor para alturas similares.
A la hora de las llamadas el UA93 estaba pasando por una zona rural y montañosa. En las zonas montañosas, las antenas se suelen situar lo más altas que se puede para evitar en lo posible que otras montañas obstruyan las ondas. No es muy atrevido suponer, por tanto, que si había una antena por aquella zona, ésta se encontrara en la parte más alta de aquellos alrededores, a casi 3.000 pies (910 m) sobre el nivel del mar. Eso quiere decir que el avión estaba algo más de 2.000 pies (610 m) por encima de la antena. Si cerca de una ciudad la probabilidad de éxito rondaba el 87%, según el estudio de Dewdney, en una zona rural cabe esperar que fuera mucho mayor.
Y de hecho sí había antenas por aquella zona, como confirmó Brenda Raney, portavoz de Verizon Wireless (fuente).
La conclusión, por tanto, es que el hecho de que se efectuaran llamadas desde móviles no desmiente la veracidad de las mismas.
Algunos han aducido que la compañía American Airlines instaló en 2004 un sistema para que se pudieran utilizar los móviles durante el vuelo, demostrando implícitamente la dificultad para realizar las llamadas. Sin embargo, la intención al instalar tal sistema podría ser un tanto diferente. Por una parte, es obvio que en las zonas oceánicas no hay antenas GSM convencionales en los alrededores del avión ni es posible instalarlas, lo cual deja enormes extensiones completamente sin cobertura. Por otra, cuando sí es posible realizar las llamadas se puede producir un fenómeno curioso: que salgan gratis. Según un periódico nacional hindú:
Cita
(fuente).Y las llamadas por móvil desde aviones resultan gratis a veces porque la señal se mueve tan rápido entre las antenas, que el software que las controla tiene dificultades para registrar la llamada, [...]
Este aspecto podría verse confirmado por el hecho de que Deena Burnett, esposa de Tom Burnett, una de las víctimas del vuelo 93, mantiene que recibió cuatro llamadas de su esposo y que reconoció en la primera su número de teléfono, pero que luego no apareció dicha llamada en la factura telefónica, mientras que al FBI le constan únicamente tres llamadas de Tom a Deena, las tres realizadas desde uno de los teléfonos instalados en el avión.
Aparte, por supuesto, de que sí que es cierto que puede haber variaciones de cobertura significativas a alturas de crucero típicas, que no es lo mismo que no poder realizarse. En el artículo Mobiles at Altitude (en inglés), el autor da una serie de referencias que hablan por ejemplo de gente que ha sido vista manipulando móviles en los aviones y hablando a escondidas. Nada de esto, como él dice, es cien por cien concluyente, pero desde luego la posibilidad de realizar llamadas desde cierta altura es más que patente y las pruebas que apoyan la afirmación de que no pudieron realizarse no se sostienen en bases sólidas.
¿Y qué decir del contenido de las llamadas? Algunas fueron un tanto peculiares. Especialmente dos. Mark Bingham se identificó con su nombre y apellido al teléfono ante su madre, lo cual desde luego puede parecer un poco extraño. Sin embargo, en una entrevista su madre explicó:
Cita
(fuente)Estaba con mi hermano Vaughan en la mañana del 11 de septiembre y, em, sonó el teléfono.
«Mamá... Mamá, soy Mark Bingham».
Él de vez en cuando decía eso. Llamaba, era un joven hombre de negocios y estaba acostumbrado a presentarse al teléfono como Mark Bingham, y estaba intentado ser, em, fuerte, y seguro de sí y... y estrictamente formal. «Mamá, soy Mark Bingham».
Así que su propia madre no lo vio un indicio de algo impropio de su hijo, más bien al contrario, dice que era algo frecuente en él.
La otra llamada peculiar fue la realizada por Madeline Amy Sweeney, una azafata del vuelo 11 con larga experiencia. Según una transcripción de la llamada proporcionada por el FBI, de la que tenemos conocimiento indirectamente gracias al artículo Los últimos momentos del vuelo 11 de la BBC (en inglés), mientras estaba dando los números de asiento de los secuestradores se interrumpió y dijo sus últimas palabras antes de que el avión se estrellara: «Veo agua y edificios... Oh, Dios mío».
Quienes usan este dato para poner en duda la versión oficial dicen que es extraño que no reconociera Manhattan, dada su experiencia. Nos parece más plausible que no se esperara en absoluto estar sobre Manhattan.
Por otra parte, el artículo de la BBC también dice que los números de asiento que dio para los secuestradores no se correspondían con los que la compañía aérea suministró.
Estas inconsistencias son utilizadas por los partidarios de la TC como prueba que apuntaría a que las llamadas telefónicas pudieron ser falsificadas mediante síntesis de voz, usando una tecnología que ya estaba disponible en aquellas fechas. Ante esto, cabe preguntarse cómo los organizadores de una conspiración tan elaborada como la que pretenden los defensores de la TC, fueron capaces de echarse tierra a los ojos de forma tan obvia, pudiendo haber elaborado un guión en el que la azafata reconociera Manhattan y diera los números de asiento correctos, caso de haber falsificado su llamada.
Además, no pensamos que se pueda considerar como algo que se salga notablemente de lo común sin conocer en detalle el contexto en el que este error en los números de asiento se produjo.