El origen de esta leyenda podría ser un informe de Leo J. Titus, especialista en estructuras, sobre el apuntalamiento temporal usado para estabilizar el Pentágono. Es interesante desde otros puntos de vista, ya que muestra por ejemplo la diferencia entre los lugares donde se usaron aspersores antiincendios y los que no tenían tal sistema instalado. En la página 15 del PDF (12 del informe), un párrafo dice así:
Cita de: Informe sobre apuntalamiento
La figura 11 es una fotografía tomada en el corredor A-E [la zona entre el anillo C y el B] que muestra una «herida de salida» de unos 2,7 metros de diámetro por la que la chatarra del avión salió del anillo C. Había muy pocos pedazos identificables del avión entre los restos. La mayoría del avión se desintegró por el intenso calor de la bola de fuego. Además de daños por el fuego y por el humo, había algunos daños relativamente pequeños en los anillos A y B.
(Énfasis añadido por nosotros). No podemos tomar en serio la afirmación de que se desintegró. Podría entenderse que se aplicaría a los restos aparecidos tras el agujero de salida; el texto sugiere que Titus creyó que la totalidad del avión debió haber salido por ese agujero. Además, es el único al que hemos visto sostener semejante barbaridad en algo que se parezca remotamente a una «versión oficial», así que nos parece como mínimo muy atrevido afirmar que la versión oficial dice eso.
Esto no ha sido óbice para que al menos dos películas, Loose Change 2ª ed. y Zeitgeist, afirmen sin pudor que «según la versión oficial, el avión se derritió completamente debido al incendio», sin dar ninguna referencia al respecto, presentándolo como si ésa fuera la explicación oficial de la supuesta ausencia de restos. Además de la sustancial diferencia entre desintegrarse y derretirse, insistimos en que ese dato nos parece fruto de un malentendido o equivocación. Sin embargo, estas películas construyen en torno a él toda una montaña de argumentos que, lógicamente, parecen razonables porque verdaderamente es ridículo que el calor pudiera derretir casi todo el avión. Si quitamos esa piedra angular y admitimos que una frase, ridícula por añadidura, en un informe sobre apuntalamiento no se puede considerar una «versión oficial», casi todos esos argumentos se derrumban cual castillo de naipes.
Hay uno, sin embargo, que merece especial atención, ya que se podría aplicar también a temperaturas no tan altas como para derretir el acero y que sí se pudieron dar en el Pentágono. Es el que hace referencia a los análisis de ADN.
Ciertamente, el ADN celular es una molécula muy frágil que se destruye con temperaturas poco elevadas y no resiste mucho tiempo tras la muerte del individuo. Pero hay otro tipo de ADN, extraído de los huesos, mucho más resistente: el ADN mitocondrial. Se ha llegado a utilizar con cierto porcentaje de éxito con restos óseos extraídos de un crematorio (fuente: véase nota al pie). ¿Fueron las temperaturas causadas por el incendio tan altas como para llegar a destruir los huesos de la mayoría de los cadáveres? Esta fotografía, utilizada como prueba en el juicio contra Zacarías Moussaoui, sugiere que no:
Obsérvese que incluso buena parte de la ropa sobrevivió en los tres cuerpos aquí representados. El calor, sin duda, fue intenso en algunos puntos, pero la gruesa capa de carne que hay en algunas zonas del cuerpo como las piernas protege los huesos de las altas temperaturas. Únicamente una pasajera del vuelo 77, Dana Falkenberg, y cuatro personas más que estaban en el Pentágono quedaron sin identificar (fuente).
Notas
Por razones legales, no podemos enlazar a la noticia. Se puede encontrar yendo a la página principal del diario La Verdad (disponible en línea), localizando el canal «Ciencia y Salud» y buscando «El ADN de Nueva York». Sentimos las molestias.